Metodología de La restauración objetiva, de Antoni González Moreno-Navarro

Pamela Cruz Rocha



El pasado 19 de septiembre de 2017 un sismo de 7.1 grados afectó varios estados del país, entre ellos Morelos, donde se ubica el municipio de Tlayacapan, cuyo convento resultó gravemente dañado. Alma Flores Rojas, directora de Turismo del municipio, indicó: “Lamentablemente todo nuestro patrimonio cultural que nos identifica está derruido, contábamos con 18 capillas en pie y el convento de San Juan Bautista, todos están destruidos” (Destrucción en la ruta de los conventos, 2017, s. f.).

Considerando que se trata de un monumento declarado patrimonio mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y, además, de gran valor para la comunidad, es necesario plantear una propuesta de intervención acorde con los valores que conforman el ex convento. Para esto se seleccionaron tanto la metodología de La restauración objetiva (método SCCM de restauración monumental), propuesta por Antoni González Moreno-Navarro, 1 como algunos conceptos y valores sostenidos por la restauración científica de Camilo Boito y Gustavo Giovannoni.

La restauración objetiva estudia el monumento como un hecho arquitectónico en sí mismo. Esto significa que las consideraciones en cuanto a la restauración deben verse a partir del objeto y sus necesidades, más que desde la manera de pensar o sentir del sujeto restaurador. Uno de sus principios fundamentales en cuanto al objeto es proteger equitativamente el triple carácter del monumento: 1. Valor arquitectónico, que comprende el artístico. 2. Valor documental, que comprende el histórico. 3. Valor significativo, que comprende el patrimonial. Si se integran estas tres dimensiones en un solo proyecto, entonces se puede definir, de cierta manera, la autenticidad, no solo en función de la originalidad de los materiales, sino de su capacidad para garantizar la permanencia de los valores anteriormente mencionados (González Moreno-Navarro, 1999, s. p.).

Para González Moreno-Navarro el concepto de “autenticidad” nos recuerda al de “unidad de la obra” de Brandi; sin embargo, él lo retoma en el sentido de que lo que importa no es que los materiales o elementos sigan siendo originales, sino que los valores que caracterizan al monumento puedan apreciarse. Esto también tiene relación con el hecho de que, en la mayoría de los casos, una obra arquitectónica cuenta con añadidos o modificaciones hechas a lo largo de su vida, que terminan por convertirse en parte de sí misma. Esto complica la acción de distinguir los materiales originales de los añadidos, porque, al final, todos forman su historia. Y aquí entra una de las valoraciones más importantes de Boito: el edificio es un documento histórico conformado por distintas etapas y cambios que lo convierten en algo único; por lo tanto, es necesario respetar cada uno de ellos (Martínez Justicia, 2008, pp. 241-242).

La metodología comprendida en La restauración objetiva consta de cuatro etapas: 1. El conocimiento integral del monumento y su entorno a través de un análisis histórico, material y sociológico. 2. La reflexión y evaluación del objeto con base en la información obtenida para plantear los objetivos y criterios que guiarán la intervención. 3. La intervención. 4. La conservación preventiva del bien, que consta de sugerencias de mantenimiento y proyectos de custodia y divulgación (González Moreno-Navarro, 1999, pp. 38, 124-125). A continuación se desarrollará cada una de las etapas con su respectiva adecuación al caso de estudio en cuestión.

Como se mencionó, en la primera etapa: el conocimiento, se trata de comprender el monumento integralmente, es decir, en cuanto a su entidad histórica, material, cultural, y en cuanto a su entorno físico y social. Primero se realiza un prediagnóstico que funciona para establecer los problemas y las hipótesis, que responden no solo a preguntas impuestas sino también a los aspectos que conforman el monumento, siempre considerando las tres dimensiones base: valor arquitectónico, documental y significativo (González Moreno-Navarro, 1999, pp. 39-40).

En el caso del convento, el prediagnóstico constaría de una evaluación a simple vista de las condiciones del edificio, así como de todos los bienes que se localizan a su interior, y de un análisis, con base en los documentos, de los datos generales del convento, tratando de ubicar los valores primordiales y cuáles de ellos fueron los más dañados. Asimismo, se podrían recopilar las primeras impresiones de la comunidad en cuanto a los daños a su monumento e identificar los valores que esta le otorga, ahora que se encuentra dañado. Fundados en esta primera aproximación, podemos continuar hacia un segundo estudio e investigación formal del bien, el que nos ayudará a realizar el dictamen total del edificio.

La segunda fase es la llamada de diagnóstico y consta de tres análisis: histórico, material y sociológico. Es importante recalcar que, a lo largo de todo el proceso, cada estadio del análisis, desde su perspectiva, no debe dejar de atender los tres aspectos del monumento. Asimismo, es importante involucrar distintas disciplinas en el proceso para que aporten diferentes visiones sobre el mismo objeto, ya que al final contribuyen a su visión integral, que es lo que se busca (González Moreno-Navarro, 1999, p. 39).

El análisis histórico busca conocer los acontecimientos, circunstancias y mentalidades que giran alrededor de cada momento de la historia de vida del objeto, tomando en cuenta no solo el aspecto material sino el entorno, el mobiliario que lo compone y el contexto social, político y cultural de la época de cada una de sus etapas de desarrollo. Para lograrlo se debe hacer un estudio de fuentes documentales, ya iniciada en el prediagnóstico, y uno más del propio monumento como fuente documental (González Moreno-Navarro, 1999, pp. 41-42).

El estudio de fuentes se hace con base en la historia de vida del convento en cuanto a su función y significado a través del tiempo, y, especialmente, en el momento posterior al sismo. Al ser este un acontecimiento tan impactante, es importante conocer también las impresiones de la gente y si esto ha alterado o modificado los valores del monumento en cuanto a su relación con la sociedad.

Por otro lado, tal como dice Giovannoni, “el monumento es ante todo un documento, un hecho positivo y real, una ficha histórica de la arquitectura en su realidad tangible” ellos (Martínez Justicia, 2008, p. 282). Esto es, que si se observa con detenimiento, el monumento mismo se convierte en una fuente documental primaria. Por sí solos, los materiales y los elementos que lo constituyen también nos pueden hablar de su historia de vida, y de su función y uso. Esta identificación servirá más adelante, cuando se tenga que decidir acerca de los materiales y procesos de intervención, ya que, siguiendo los preceptos de Boito y Giovannoni, será importante conocer los materiales originales para buscar otros que, aunque compatibles, sean distinguibles.2 Para esta parte es necesario, asimismo, involucrar arquitectos, historiadores, historiadores del arte, etc., ya que cada uno de ellos, desde su área de especialidad, logrará aportar una visión distinta.

Conocer la historia de vida del convento significa tener claro el contexto en el que se mandó construir, así como las razones o la intención por la que se edificó, así como la gente involucrada en la tarea. Se deben identificar y distinguir los efectos de deterioro de las alteraciones, como las modificaciones hechas por un cambio de estilo o practicidad, o bien aquellas producto de intervenciones anteriores. La conformación de esta cronología de la pieza también ayuda a identificar cuáles de todos esos elementos se ubican dentro del valor arquitectónico, documental y patrimonial, aunque dicho análisis no se realiza sino hasta la segunda etapa de reflexión.

El análisis material, por su parte, consta de dos estudios básicos: uno geométrico-formal y el físico-constructivo. Si bien en el análisis histórico ya se han abarcado aspectos sobre la materia (especialmente, de reconocimiento), en la fase de análisis se profundiza sobre su funcionamiento y se adaptan estos materiales en el inmueble. Para el estudio geométrico-formal se buscan y realizan esquemas de la estructura, por ejemplo, planos de la planta o esquemas de dónde se localizaban las pinturas murales o los demás objetos decorativos del templo (González Moreno-Navarro, 1999, p. 48). Este estudio de formas ayudará también en procesos de reintegración de fragmentos por medio, por ejemplo, de anastilosis3 para saber dónde reubicarlos y tener una base fidedigna para reconstruir ciertos elementos sin caer en falsificaciones.

Por su parte, el estudio físico-constructivo se trata del conocimiento del monumento como sistema o conjunto de partes. A diferencia de cualquiera de las otras bellas artes, la arquitectura abarca un conjunto de elementos distintos entre sí que se unen para conformar un todo con un uso específico. La pérdida de un elemento puede significar un peligro en su estructura y, por lo tanto, para su conservación (González Moreno-Navarro, 1999, p. 49). Para el ex convento de Tlayacapan es necesario, primero, realizar una evaluación estructural del edificio y, así, identificar si las grietas o el hoyo en el techo son daños estructurales que necesitan atenderse lo más pronto posible para evitar un derrumbe. Además, se debe identificar si los demás elementos faltantes o dañados son parte estructural del conjunto o si responden más a una intención artística o decorativa. Es importante separar estas dos funciones, ya que corresponden a valores distintos y, por ello, las consideraciones al respecto serán diferentes.

El último análisis de esta primera etapa de reconocimiento del objeto es el sociológico. Aquí va muy ligado el valor significativo del que se habló en un principio, ya que se relaciona, en parte, con la manera en que la sociedad se apropia de sus bienes, a tal grado de convertirlos en patrimonio cultural. El análisis sociológico busca recopilar los significados y valores emblemáticos, sentimentales y de uso de la sociedad respecto de la edificación, y, en este caso específico, conocer las expectativas en relación con el futuro del inmueble (González Moreno-Navarro, 1999, p. 53): ¿cambió la manera de identificarse con el monumento? ¿Los pobladores quieren conservar la edificación antigua o prefieren construir una nueva iglesia? ¿Cuál es el valor más importante del monumento para ellos? Si ya no pudieran oficiar misa en el templo, ¿qué valor o función tendría ahora?

Probablemente, dos de los aspectos más importantes que se han de considerar dentro de una obra arquitectónica es el uso y la función, puesto que representan una de las características esenciales por los cuales se crean. Cuando un edificio deja de tener una función o una relación directa con la gente, se dejan al olvido y se pierden.

Giovannoni clasifica los monumentos en vivos y muertos. Los segundos son aquellos de carácter arqueológico y, en general, los que ya no pueden utilizarse para lo que se crearon originalmente y mantienen únicamente una función de exhibición o de documento histórico-artístico. Los vivos son aquellos que todavía sirven para necesidades prácticas actuales y, por lo tanto, necesitan estar física e integralmente completos (Martínez Justicia, 2008, p. 282). En el caso del ex convento de San Juan Bautista, identificado entonces como un monumento vivo que se seguía utilizando para fines religiosos, será necesario devolverle su estructura para lograr que esa función se siga practicando.

Ahora pasamos a la segunda etapa: la reflexión. Aunque esta actividad se debe realizar a lo largo de todo el proceso, se le llama así porque se trata de la puesta en común de los resultados y conclusiones obtenidos en la fase de reconocimiento para poder tomar una decisión en cuanto a la restauración que se ha de efectuar. Consta de dos estadios: evaluación del objeto (monumento) y programación de la actuación posterior (González Moreno-Navarro, 1999, p. 54). La evaluación se centra en definir y ratificar el interés hacia el monumento porque, aunque se considere que el hecho de haberse iniciado el proceso de intervención significa que ya hubo un interés de algún sector de la sociedad, es necesario ratificar por qué y para qué se está llevando a cabo. Asimismo, esta fase sirve para poner sobre la mesa todos los aspectos, valores y consideraciones recopiladas y, entonces, determinar cuál o cuáles destacan más y, así, saber hacia dónde guiar la intervención (González Moreno-Navarro, 1999, p. 55). La intención de realizar el reconocimiento del bien es tener todas las herramientas necesarias para tomar una decisión informada y lo más adecuada posible. En el caso del convento es fundamental tomar en cuenta todos los aspectos que conforman al monumento, ya que, debido a su estado de urgencia o de crisis, es imperante, para evitar decisiones apresuradas, que la intervención se desarrolle siguiendo estos preceptos.

González Moreno-Navarro plantea cuatro preguntas claves para conformar todas las reflexiones previas a la toma de decisiones: cómo fue, cómo es, qué se le pide, cómo ha de ser (González Moreno-Navarro, 1999, p. 55). Cómo fue y cómo es son cuestiones que se relacionan con la historia de vida y con el reconocimiento del monumento en el momento presente. Qué se le pide y cómo ha de ser corresponde más con los deseos, necesidades e intenciones de la sociedad a la que pertenece el patrimonio y con las personas que cumplen una función importante en la toma de decisiones.

Si en varias ocasiones hemos mencionado la importancia del papel de la sociedad en este proceso es porque es un caso delicado en donde cualquier decisión puede ocasionar un cambio radical en la obra, y dado que es un monumento que le interesa no solo a la sociedad de Tlayacapan sino a la humanidad, la decisión no puede tomarse a la ligera ni dejando de considerar cada uno de los aspectos que lo conforman. La fase de la programación de la actuación posterior consiste en definir las técnicas y los procesos de intervención que se han de realizar en el monumento (González Moreno-Navarro, 1999, p. 55). Para esto ya se debieron haber analizado todos los datos, así como clasificado y seleccionado los valores más importantes y debió, asimismo, haberse elegido el criterio y la metodología a emplear.

En nuestro caso, como se dijo en un principio, se decidió seleccionar la metodología propuesta por Antoni González, llamada restauración objetiva, porque conjunta tres valores fundamentales que permiten entender y englobar lo que significa el convento de Tlayacapan, más ante una situación tan compleja como fue la ocasionada por el sismo de septiembre de 2017.

En primer lugar, tenemos el valor arquitectónico, que hace referencia a lo artístico en cuanto a los estilos y técnicas constructivas, igual que a todos los objetos y elementos decorativos que si bien no forman parte de la estructura, están colocados dentro y sobre el inmueble, otorgándole un significado diferente a todo el conjunto. En el caso del convento tenemos destruidos varios elementos de este tipo: unos estructurales, como los contrafuertes o los techos, y otros decorativos, como las pinturas murales o de caballete y esculturas. Es imperante restituir los que corresponden a la estructura del inmueble de manera que al monumento se le devuelva, primero, la estabilidad. Una vez asegurada la estructura, se podrá continuar con la restauración de todos aquellos elementos decorativos. Por otro lado, el valor documental hace referencia al monumento como documento histórico. Si pensamos que todo objeto constituye una representación del hombre y su cultura en un contexto determinado (Burke, 2006, pp. 89-92), un convento de esta magnitud y estas características representa un momento clave en la historia de México: la acción evangelizadora después de la Conquista. Son sus elementos antiguos, la simbología representada en él, la confluencia de estilos y de momentos históricos lo que hace del inmueble un objeto único e importante para la historia de Tlayacapan y del país.

Giovannoni habla de cinco tipos de intervención,4 de los cuales se pueden realizar tres para nuestro caso: consolidación, recomposición y complemento. Consolidación se refiere a sanar los elementos en mal estado que comprometen la estabilidad del monumento, mientras que complemento alude a cuando se añaden elementos, casi siempre a nivel estructural, para volver a formar una unidad total (Martínez Justicia, 2008, p. 284).

Estos dos tipos de intervención aplican a la mayoría de los daños en este caso, porque se trata de daños estructurales o que corresponden a un elemento importante para llevar a cabo la función del inmueble (por ejemplo, el presbiterio y el altar).

Por otra parte, la recomposición hace alusión a la práctica de recuperación y reintegración de elementos a través de los materiales originales dispersos, por ejemplo, la anastilosis (Martínez Justicia, 2008, p. 284). Este tipo de intervención podría emplearse específicamente en las pinturas murales o en columnas que hayan quedado fragmentadas, o que hayan mantenido todas sus partes para, simplemente, armarlas de nuevo como si fueran rompecabezas. Por último, está el valor significativo. Podríamos decir que se da por la conjugación de los dos valores anteriores, pero lo cierto es que faltarían todas las consideraciones respecto de la sociedad: el valor social, económico, de identidad, de pertenencia, de uso. Un objeto o lugar se vuelve patrimonio cuando significa algo para un individuo o comunidad que lo resguarda, utiliza y disfruta, puesto que ve en este una representación de sí misma y, por lo tanto, su permanencia se torna necesaria (Ballart, 1997, p. 29) . Lo mismo ocurre con los monumentos, aunque la única diferencia es que no representan algo valioso para una sola persona, sino para muchas. Por ello, el restaurador trabaja para toda una sociedad. De ahí que sea tan importante tomarlo en cuenta, porque si se toman decisiones individuales y se interviene de manera egoísta, la acción puede llevar a una pérdida de valor para la sociedad a la que pertenece, lo que destruiría la relación entre ellos y caería en desuso. De esta manera, lo único que se logra es, al contrario de lo que se busca, acelerar su proceso de desaparición. En este caso, la opinión de la sociedad y la función del convento en ella juegan un papel importante. La sociedad lo requiere íntegro para poder seguir llevando a cabo sus prácticas religiosas.

Otro factor que, aunque no se había mencionado antes, también tiene sus repercusiones en la dinámica social, es su valor turístico. Casi podríamos decir que uno de los sustentos económicos de Tlayacapan es, precisamente, el turismo que atrae dicho convento. Y pese a que podría considerarse la opción de dejarlo en ruinas o incompleto puesto que dicho carácter también le añade un atractivo, además de que se dejaría la evidencia histórica de las consecuencias del sismo citado, no empata con la práctica religiosa activa del lugar, además de que quedaría muy endeble ante cualquier otra situación de la misma índole, arriesgando a perderlo por completo.

Una vez definidos los criterios de acción a seguir, se procede a la tercera etapa: la intervención. En ella, una de las labores más importantes será la de documentación. El proyecto de restauración debe quedar registrado desde el inicio (partiendo de la investigación realizada y los ejercicios de valoración en torno del bien cultural) hasta los trabajos de restauración y las consideraciones o propuestas para el posterior mantenimiento del inmueble.

Este registro debe incluir fotografías, esquemas, descripciones y cualquier dato relevante del proceso. Para la restauración científica (Boito y Giovannoni), el registro era de lo más importante, ya que la intervención ejercida constituía un nuevo capítulo dentro de su historia y era importante no crear ningún falso en la obra; de ahí que también sea crucial la diferencia formal y material de lo nuevo y lo antiguo.

Como última fase está la conservación preventiva, la cual consiste básicamente en darle un seguimiento a los trabajos de restauración mediante sencillas acciones de prevención y mantenimiento que le permitan a la obra prolongar su vida (González Moreno-Navarro, 1999, p. 102) o, por lo menos, hasta donde el hombre pueda actuar, porque después del sismo ha quedado claro que hay sucesos que no se pueden predecir ni combatir.

Una de las estrategias de conservación preventiva es la custodia y la divulgación de los trabajos realizados. Es importante que la gente conozca el proceso de restauración ejecutado, ya que le corresponde a ella, como dueña de ese patrimonio, estar enterada y atenta a lo que se está haciendo para que el resultado satisfaga a todas las partes interesadas.

En conclusión, podemos decir que, aunque el caso del ex convento de San Juan Bautista en Tlayacapan resulta ser de materia urgente debido a los graves daños sufridos en el sismo, es necesario seguir una metodología que nos permita establecer todos los puntos importantes que se han de considerar para el inmueble y, con base en ello, tomar una decisión lo más adecuada para el bien cultural.

Se eligió la metodología de La restauración objetiva porque conjuntaba tres grandes valores que caracterizan muy bien al convento y que se fueron desglosando a lo largo del trabajo: arquitectónico, documental y significativo. Muchas veces, en las diferentes teorías se privilegia un solo valor sobre los demás y, por lo tanto, las acciones de intervención van dirigidas hacia ese valor. La ventaja de esta metodología es la unión de todos, y aunque puede ser complicado que los tres valores converjan en una sola idea o acción, se puede llegar a un equilibrio.

Para complementar esta teoría, encontrando una relación directa entre los conceptos clave, se incluyeron algunas consideraciones de Boito y Giovannoni. Si bien ellos se enfocan exclusivamente en el valor histórico, son los primeros en considerar el entorno del bien cultural como aspecto fundamental para la comprensión del objeto.5 El ex convento de San Juan Bautista requiere un análisis íntegro y equitativo que permita abordar y priorizar los aspectos de su entorno porque es su comunidad quien pide la restauración y reconstrucción del monumento.

Aunque ni Boito ni Giovannoni habrían estado tan de acuerdo en la reconstrucción del inmueble, no podrían negar su importancia en la sociedad, y entenderían que es necesario devolverle su función y su unidad arquitectónica, respetando en todo momento el bagaje histórico del monumento. Ese respeto se logra diferenciando la restauración de todo lo anterior con pequeños detalles que permitan admirar la unidad arquitectónica, pero sin llegar al grado de engañar al espectador creando un falso histórico.

Se considera que la mejor opción fue la de reconstruir el inmueble no solo en sus elementos estructurales sino en los decorativos, ya que todo el conjunto corresponde a una función: la religiosa; considerando además que se trata de una práctica con una gran historia y con muchos elementos representativos que se aprecian y se unen en un solo espacio que es el ex convento de San Juan Bautista. Y para lograr que los tres valores se aprecien en el conjunto arquitectónico, resulta imprescindible que todo el proceso de reconocimiento y reflexión se realice previamente a la intervención, ya que es ahí, mediante una labor interdisciplinaria, donde se logra llegar a una decisión adecuada.

 

Bibliografía

Ballart, Josep
(1997). El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso. Barcelona: Ariel.

Burke, Peter
(2006). ¿Qué es la historia cultural? Barcelona: Paidós.

Destrucción en la ruta de los conventos
(2017) [en línea]. El Universal, 29 de septiembre, Sección Cultura. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/cultura/patrimonio/destruccion-en-la-ruta-de-los-conventos#imagen-1, consultado el 10 de diciembre de 2017.

González Moreno-Navarro, Antoni
(1999). La restauración objetiva (método SCCM de restauración monumental), Memoria SPAL 1993-1998 [en línea]. Diputación de Barcelona, p. 12. Recuperado de http://www.diba.cat/documents/429042/f1f9717f-c5a0-4550-bce2-baf7aea71cd7, consultado el 9 de diciembre de 2017.

Ledesma Gallegos, Laura; Mario Córdova Tello.
Ex convento de San Juan Bautista, Tlayacapan [en línea], Mediateca del INAH. Recuperado de https://mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islandora/object/guia:233, consultado el 7 de diciembre de 2017.

Martínez Justicia, María José
(2000). Historia y teoría de la conservación y restauración artística, 2ª. ed. Madrid: Tecnos.

 

Notas al pie

1 Arquitecto, jefe del Servicio de Patrimonio Arquitectónico Local de la Diputación de Barcelona desde 1981.

2Con compatibles se refiere al “aspecto actual y forma arquitectónica, artística o pintoresca” del monumento.

3Anastilosis: Es la acción de reconstruir o reintegrar la unidad de la obra con los mismos elementos originales que la componían.

4Consolidación, recomposición, liberación, complemento e innovación.

5“Precisamente en esta extensión y democratización del concepto de monumento y en su referencia a las condiciones ambientales radica la nueva actitud del sentido de respeto, conservación, defensa y en consecuencia de valoración y restauración (Martínez Justicia, 2008., p. 283).”

 

 

 

 

 


Como citar esta colaboración:
Apellido, nombre (año), “Título del artículo”, en Archivo Churubusco, año 2, número 4, disponible en -dirección en internet-, consultado -día, mes, año-.



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