Metodología de Camilo Boito y Carlos Chanfón Olmos

Tania Patricia Roa Hernández



El presente ensayo tiene por objeto plantear una propuesta teórico-metodológica para la intervención del ex convento de San Juan Bautista en Tlayacapan, Morelos, el cual sufrió graves daños durante el sismo del 19 de septiembre de 2017.

He decidido conjuntar las posturas metodológicas de Camilo Boito y Carlos Chanfón Olmos para argumentar la importancia de conservar el inmueble y cómo intervenirlo. Según esta lógica, se comenzará por referir los antecedentes del inmueble; después se expondrán las razones por las que el templo debe intervenirse, y por qué ha de hacerse, de acuerdo con las posturas de los autores mencionados y aplicando su propuesta metodológica. El actual templo y ex convento de San Juan Bautista lo construyó la congregación de religiosos agustinos entre 1554 y 1566, quienes llegaron a la región a partir de 1533 para trazar una ruta conventual que iniciaba en la Ciudad de México, pasaba la cuenca de México y llegaba al estado de Morelos. Este inmueble forma parte de los recintos religiosos de la llamada ruta de los conventos. Desde 1996 se encuentra adscrito en la lista de bienes Patrimonio de la Humanidad, declarados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Cabe mencionar que el templo mantenía su función religiosa, ya que el culto seguía a cargo de los frailes agustinos, mientras que el convento servía como museo de sitio, administrado por la comunidad (Ex convento de San Juan Bautista, 2001, pp. 4-5). Los daños sufridos durante el sismo del 19 de septiembre se pueden resumir en que la nave principal de la iglesia se dividió en dos, abriendo una grieta central; se derrumbó uno de los contrafuertes laterales, al igual que uno de los tres campanarios; la fachada principal se agrietó; el presbiterio y el altar mayor quedaron en ruinas. Los daños produjeron una disyuntiva: por una parte, la propuesta de personal de Protección Civil del gobierno estatal para demoler el inmueble debido al temor de que una posible réplica terminara generando daños mayores y siendo una causa potencial de peligro para la población, y por la otra, la postura de las autoridades religiosas, quienes, junto con los feligreses, propugnaron por su restauración y la conservación de sus bienes muebles. Horas más tarde, la población se ocupó de rescatar las imágenes religiosas y otros bienes muebles para trasladarlos a casas de la misma comunidad. También se levantó un altar provisional afuera del templo, conformado por un toldo y sillas, donde se ofició misa (Delgado, 2017, s. p.).

 

Metodologías

A diferencia de sus antecesores: Eugène Viollet-le-Duc y John Ruskin, Camilo Boito —arquitecto y crítico de arte italiano— ofrece una posibilidad distinta a la libre acción del primero y la no intervención del segundo, proponiendo un grupo de criterios que, integrados a un programa de trabajo, constituyen en realidad una metodología. En su texto Los restauradores, producto de una conferencia impartida durante la exposición de Turín de 1884, señala la restauración como una disciplina científica que implica la necesidad del análisis material e histórico del bien que se ha de intervenir para lograr conocerlo-entenderlo, y no la aplicación mecánica de datos pseudohistóricos o emocionales (Arnal, 2017, pp. 249-260). La teoría de Boito surge del análisis de restauraciones de obras conocidas, y como resultado señala lo que se ha conocido como “los principios de Boito”, que se pueden resumir en los siguientes ocho puntos (Arnal, 2017, pp. 249-260):

  1. Posibilidad de diferenciar entre lo nuevo y lo antiguo.
  2. Diferenciar materiales de fábrica original de aquellos empleados en la intervención.
  3. Respeto a los ornamentos y evitar agregar elementos ornamentales en la parte restaurada.
  4. Exposición de los elementos que se hayan removido en el proceso de restauración, junto al monumento.
  5. Marcaje de los elementos de sustitución indicando la fecha de colocación para identificar que se trata de una pieza nueva.
  6. Colocación de una inscripción descriptiva de la restauración ejecutada.
  7. Descripción del proceso de la restauración a través de diversos medios gráficos, como fotografías, planos y otros documentos, y publicación de las obras de restauración.
  8. Hacer notorio lo auténtico y resaltar el trabajo realizado.

Mucho más adelante, en México el arquitecto Carlos Chanfón se ocupó inicialmente de definir lo que consideraba un monumento, y luego de plantear el cuestionamiento sobre qué limites debe tener la restauración del inmueble, expuso que un “monumento es todo aquello que puede representar valor para el conocimiento de la cultura del pasado histórico” (Chanfón Olmos, 1988, p. 179). Por ello, su concepto de “restauración” está ligado a la intención de perpetuar la memoria y generar una íntima relación con la historia, en tanto que es consecuencia directa del desarrollo de la conciencia histórica, y afirma que es un instrumento que se ha adecuado a las exigencias contemporáneas del conocimiento y conciencia histórica para generar una identidad en la sociedad.

Por lo anterior, para Chanfón —y siguiendo lo señalado por Boito— la restauración como disciplina no se puede separar de las ciencias sociales, pues el mismo hombre es un ser social definido a lo largo de la historia. De esta manera, se asevera que todas las producciones humanas son resultado de una creación cultural e involucran a la restauración como un hecho cultural, y pueden adoptar diversas metodologías derivadas de las circunstancias de cada caso, y orientar las limitaciones o posibles soluciones (Chanfón Olmos, 1988, p. 259).

 

Aplicación

Con base en los argumentos de Chanfón y Boito es posible justificar la necesidad de preservar el templo y ex convento de San Juan Bautista, Tlayacapan: ya sea por su valor como fuente histórica, remitiendo a una historia que puede conocerse mediante su estudio, en conjunto con su valor de autenticidad —el bien único e irrepetible dentro de su contexto—, como por su valor social —en tanto que es parte de una producción humana que mantiene su vigencia y significado (Chanfón Olmos, 1988, p. 173)—. Tal como se demuestra en la siguiente cita:

Un edificio vivo y en plena vigencia, que por alguna razón (bombardeo, sismo, accidente), súbitamente se ve convertido en ruinas. La exigencia social obliga a devolver la infinitud de sus funciones interrumpidas arbitrariamente. En este caso es necesario reconstruirlo, aunque no sea posible conservar la autenticidad de sus materiales originales (Chanfón Olmos, 1988, pp. 162 y 163).

Por lo anterior se buscaría lograr la restauración integral del inmueble junto con los muebles que contenía, pero dado el grave deterioro sufrido a causa del sismo, sería necesario realizar reconstrucciones. Al respecto, Boito y Chanfón se pronunciaron contra la falsificación, es decir, la acción de generar nuevos agregados sin fundamento teórico. De acuerdo con Chanfón, la restauración sólo puede estar a cargo de arquitectos restauradores profesionales, debido a sus conocimientos y principios con los que podrán dirigir una intervención (Chanfón Olmos, 1988, p. 260). Boito buscó entender aquello que se interviene y cómo a través de lo que se ha conocido como la restauración filológica se busca la adecuada comprensión y lectura del edificio, de sus elementos constructivos, sus estilos, su estructura y evolución, así como sus autores e influencias, su legado patrimonial y cultural, todo ello para lograr la interpretación lo más acertada posible que permita establecer sus alcances y límites. Como parte de su método, Boito asignó valor a lo histórico ponderable a través del reconocimiento de su importancia arqueológica, apariencia y belleza (Arnal, 2017, pp. 249-260). Boito asegura que debe existir un claro señalamiento entre los anexos o reconstrucciones que se hagan al inmueble, con la finalidad de no confundir al visitante (Camilo Boito en Instituto Juan de Herrera, 1993, p. 26). De la misma manera, Chanfón señala que las intervenciones deben ser reversibles, por si en un futuro se debieran retirar. Para el autor, el concepto de “alteración” es el adecuado, para determinar cómo la materia física afecta la estructura molecular de cualquier material (Chanfón Olmos, 1988, p. 268). Sin embargo, es el deterioro el que implica una transformación negativa en la materia, y que pone en riesgo los valores ya mencionados. Por ello, los deterioros que afectan dichos valores del bien cultural deben tratarse en las siguientes etapas: la detección, el diagnóstico, el tratamiento (Chanfón Olmos, 1988, p. 268), la documentación (Camilo Boito en Instituto Juan de Herrera, 1993, p. 27), la vigilancia y la prevención (Chanfón Olmos, 1988, p. 268). Por consiguiente se plantea que el templo y ex convento de San Juan Bautista en principio debe ser consolidado, como medida de detección en su alteración estructural y como forma de prevención ante un nuevo siniestro; paralelamente, se debe generar un diagnóstico sobre las mejores opciones para su posterior tratamiento e intervención, que deben señalarse y sustentarse con un conocimiento real del inmueble. Según Boito, no es necesario que los materiales constitutivos sean los mismos con los que se edificó en un origen el inmueble; sin embargo, los que se utilicen para su reconstrucción sí deben ser compatibles. Del mismo modo, propone que se cree una documentación adecuada sobre la intervención, para su correcta difusión y uso en un futuro (Camilo Boito en Instituto Juan de Herrera, 1993, p. 29). Por último, se debe mantener una constante vigilancia y prevención, como parte de la responsabilidad profesional que implica la restauración. A modo de conclusión, se debe señalar que en la intervención de cualquier bien patrimonial ha de buscarse un punto intermedio, donde, con base en la situación de cada uno, se posibilite la adaptación a las necesidades. Asimismo, recordemos que, según Chanfón, la restauración es producto de las exigencias sociales del momento histórico, no obstante, “siempre es perfectible y debe quedar permanentemente sujeta a revisión” (Chanfón Olmos, 1988, p. 271). Es por ello que la posible reconstrucción del inmueble religioso de San Juan Bautista no contradice los principios de la restauración, en tanto que es la misma comunidad quien solicita la intervención derivado del significado cultural y el valor social que guarda para ésta. Se trata, según Chanfón, de una sociedad que ha alcanzado una conciencia histórica, debido a que genera parte de su identidad en torno del inmueble (Chanfón Olmos, 1988, p. 268). También es posible su intervención, aun al grado de reconstrucción, porque sus daños son ajenos a su contexto. Por ello, se sugiere que se tomen en consideración los argumentos y valores ya mencionados, según la metodología compuesta de Carlos Chanfón Olmos y Camilo Boito, que justifican la razonada intervención.

 

Bibliografía

Delgado, Álvaro
(2017). El sismo arrasó con el templo de San Juan Bautista, Tlayacapan, considerado patrimonio de la humanidad. Proceso, 20 de septiembre [en línea]. Recuperado de http://www.proceso.com.mx/504221/sismo-arraso-templo-san-juan-bautista-tlayacapan-considerado-patrimonio-la-humanidad, consultado el 8 de diciembre de 2017.

Arnal, Luis
(2017), “Los restauradores de Camillo Boito”. Conversaciones... con Camillo Boito y Gustavo Giovannoni (4), diciembre, pp. 249-260.

Camilo Boito en Instituto Juan de Herrera
(1993). Cuadernos de restauración. Madrid: Instituto de la Escuela de Arquitectura de Madrid.

Chanfón Olmos, Carlos
(1988). Fundamentos teóricos de la restauración. México: FA-UNAM.

Ex convento de San Juan Bautista. Tlayacapan, Morelos
(2001). Guía turística basada en la bibliografía de Juan de Grijalva, George Kubler, Antonio Rubial García y Claudio Favier Orendáin. México: INAH.

 

 

 

 

 


Como citar esta colaboración:
Apellido, nombre (año), “Título del artículo”, en Archivo Churubusco, año 2, número 4, disponible en -dirección en internet-, consultado -día, mes, año-.



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