Martha Lameda-Díaz Osnaya
María Rosa Ruiz Cervera
El presente artículo es una muestra de algunos de los trabajos realizados en el módulo "Manejo tridimensional del espacio" y el taller emergente de "Lenguaje arquitectónico", impartido por la arquitecta Martha Lameda durante enero-junio de 2014, como parte de los cursos de la licenciatura en restauración de la ENCRyM-INAH.
El enfoque primordial para el curso consistió en analizar el proceso de creación y transformación de los bienes culturales, desde la concepción hasta la creación, disfrute, deterioro y restauración. A partir de diferentes actividades se estimuló el dibujo y la capacidad de observación no sólo por medio del sentido de la vista, sino por los cinco sentidos en su conjunto, con el propósito de percibir las características y formas que implican los objetos. Debido a la naturaleza de la materia se enfocó principalmente a lo arquitectónico, sin embargo esta propuesta abarca todo tipo de bienes muebles, inmuebles e inmuebles por destino.
Conforme avanzaba el curso la capacidad de observación pudo afinarse, y con ello la posibilidad de plasmarlo en papel. En principio los trazos debieron ser optimizados y liberados, pero después se tornó más complejo con el estudio y entendimiento del lenguaje arquitectónico, que representa un sistema completo de símbolos, signos y unidades de medida que permiten expresar y leer planos que aportan gran información y que posibilitan un mejor registro, formal y universal.
También se puso en operación el proceso ya mencionado al principio; es decir se repartieron distintos tipos de sistemas constructivos con el propósito de experimentar y conocer aquellos que conforman los bienes patrimoniales y, por tanto, las técnicas de antaño que se han abandonado en aras de la tecnología contemporánea del tedioso concreto armado. Fue con tal perspectiva que se planeó y esbozó la planta y el alzado, se prepararon los materiales, se buscaron imágenes a manera de ejemplos, y se comenzó a levantar el pequeño proyecto desde los cimientos, con miras a responder a distintas problemáticas, como se podrá ver más adelante.
El presente trabajo no sólo permitió cumplir con uno de los objetivos principales de la materia, también representó una actividad completa que requirió de todos los conocimientos adquiridos a lo largo del semestre, en la medida en que se debió poner en práctica todo lo visto en el aula y en los ejercicios complementarios.
Figura 1. Diferentes sistemas constructivos trabajados durante el curso.
Una vez repartidos los diferentes sistemas constructivos se pudo dar inicio al proceso de creación. El primer paso fue la concepción, ahí se respondieron preguntas como ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo lo haremos? ¿Qué forma puede tener? Tales cuestiones llevaron a plantear un primer esquema en el que se enlistaron los materiales necesarios y se planteó un primer croquis de la forma, la planta y el alzado.
La autora de estas líneas debió desarrollar con el equipo la arquitectura del tapial, y para ello fue necesario buscar imágenes para darnos una idea de cómo es y dónde se utiliza; a continuación empezaron a surgir ideas acerca de la forma que tomaría el proyecto. Al final se decidió hacer una especie de iglesia estilo virreinal a escala.
Después de elegir el tema de nuestro trabajo realizamos los primeros planos de planta, con base en el croquis inicial. En esta fase pudimos percatarnos de cómo los croquis --a pesar de ser dibujos realizados de manera rápida--, se pueden trasladar de manera apropiada al papel del plano y a la escala requerida.
A continuación nos dimos a la tarea de preparar los materiales: la tierra en piedra y las fibras que servirían como aditivo; la tabla, las piedras y cal para el cimiento; el siguiente paso en el proceso consistió en elaborar la pieza. Sin embargo, para ello fue necesario investigar sobre los elementos auxiliares necesarios para la maqueta, también a escala: tablas para el tapial y cimbra para la bóveda y las ventanas; esos materiales se diseñaron y trabajaron en el taller de carpintería con el maestro Daniel Díaz.
Figura 2. Cimentación y apisonado del piso.
Este proceso fue muy enriquecedor porque nos permitió conocer los materiales y los problemas que implica el hecho de utilizar una técnica que ahora es considerada parte de la llamada “arquitectura vernácula”. En este punto el análisis organoléptico jugó un papel primordial, ya que hizo posible un cúmulo de experiencias nuevas: sentir la tierra en las manos con sus diferentes texturas --húmeda y en seco, mojado, con fibras y compactada-- oler el aroma que expedía, los sonidos que emitía al aplicarse y compactarse; contemplar el color marrón intenso de la tierra mojada y cómo se transformaba en un tono más claro y amarillento al secarse, e incluso probar por accidente el sabor de la cal, amarga y fría.
Figura 3. Construyendo muros de tapial. Fracturas por secado violento.
Al no ser un proceso continuo se observaron ciertos problemas; así, por ejemplo, el cimiento comenzó a desprenderse por incompatibilidad de materiales; la madera de la placa absorbía toda el agua de la cal y las piedras, por lo que comenzaron a quebrarse, además de que no permitió el anclaje por tratarse de una superficie muy lisa. Otro de los problemas presentados fue que los muros de tierra comenzaron a quebrarse, pues requería de un secado paulatino, un factor que nos fue imposible cuidar debido a los tiempos y ritmos del semestre. De igual manera, elaborar la cimbra fue un proceso complejo por las dimensiones del proyecto, pero al final se lograron óptimos resultados.
Figura 4. Proceso constructivo y resultado del tapial.
Lamentablemente, el siguiente paso en el proceso --el disfrute-- no pudo llevarse a cabo por falta de tiempo. La maqueta logró un avance de 40% y faltó cerrar bóveda, terminar muros --aun cuando no se iba a cerrar en su totalidad para que fuese posible apreciar las fases de construcción-- y los acabados --una parte que nos emocionaba--; sin embargo, nos tranquilizó saber que el trabajo continuaría el siguiente semestre.
Con respecto al último paso del proceso: la restauración, de cierta manera se llevó a cabo cuando se arreglaron los muros rotos después de la práctica de campo --durante la cual no asistimos a la escuela--, por lo que podríamos entenderlo como una intervención temprana.
Pero a fin de cuentas resultó muy enriquecedor tener la fortuna de participar en todos los procesos que conllevó la realización de este proyecto; en lo personal, la preparación de los materiales me pareció una actividad muy divertida, pues permitía conocer el material, saber cuánta agua necesitaba, cuánta fibra, y conforme se repetían las preparaciones se logró optimizar la técnica y agilizar el proceso --por ejemplo, el conocimiento de cribar la tierra o el corte de las fibras--. Otro proceso fue la realización de elementos para la cimbra, lo cual es importante en tanto forma parte de la estructura y constituye la base del pequeño edificio. La aplicación de los materiales --al construir el cimiento, los pisos y levantar los muros y la bóveda-- fueron actividades muy ilustrativas, ya que implicaron ponerse el traje de pequeño maestro constructor y albañil, lo cual permitió conocer la técnica del tapial y sus dificultades, pero también su gran riqueza.
Sin duda la parte de la sensibilidad representó una serie de ejercicios muy enriquecedores en muchos aspectos, pues nos permitió reflexionar sobre la importancia de los sentidos para percibir el mundo que nos rodea --y en particular los bienes culturales que estudiamos--, pues el hecho de vivir en una cultura con predominio de lo visual muchas veces nos lleva a desdeñar los demás sentidos, y con ello perdemos de vista que nos permiten conocer las cosas de maneras inimaginables.
Figura 5. Ejercicios de la audición y el tacto.
Por otro lado, considero que más allá de su objetivo primordial antes mencionado, esa actividad permitió un acercamiento con el grupo y establecer una dinámica distinta en el aula --de igual a igual entre profesor y estudiantes--lo cual sentó las bases para compartir diferentes experiencias y sensaciones, lo cual propició, a su vez, una unión del grupo muy particular.
Se llevaron a cabo diferentes sesiones para cada uno de los sentidos, si bien las actividades permanecieron en secreto para generar expectativas y que las reacciones fueran naturales, todas ellas derivadas del ingenio de cada uno de los grupos --y para lo cual se valieron de recursos muy variados.
Figura 6. Ejercicio del olfato.
A partir de cada sentido --la vista, la audición, el tacto, el olfato y el gusto-- se fueron experimentando distintas vivencias, y cada sesión terminaba con una pequeña reflexión en torno al tema. Por medio de los ejercicios pudimos descubrir, de manera individual y colectiva, qué sentidos tenemos más atrofiados y cuáles más desarrollados. En este último caso destaca la vista, pues en la cultura global de nuestros días domina lo visual; sin embargo, conforme fueron pasando las clases se daba mayor importancia a cómo todos los sentidos trabajan en conjunto y que basta con poner más atención en la manera en que percibimos los objetos.
Figura 7. Ejercicio del gusto.
La última sesión del gusto fue muy disfrutable, pues la realización de un convivio implicó la conjunción de todos los sentidos: los adornos y colores de la mesa lo hacían atractivo a la vista; la música de fondo llenaba los oídos; los olores de los tamales y otras viandas llenaban las fosas nasales; las texturas de la comida y el contacto con los compañeros, así como la degustación de los platillos, concluyó el ciclo de percepción, el cual está determinado por nuestra cultura y devenir. En consecuencia, resulta esencial reconocerlo con el fin de observar el mundo que nos rodea de una forma más crítica, pero sin perder los componentes emotivos y sensibles.
Al terminar nuestra actividad académica fue importante reconocer que los temas abordados a lo largo del semestre, así como las actividades realizadas, fueron pertinentes: el orden expositivo, la libertad en ciertas actividades y la continuidad del curso hicieron posible dar una secuencia lógica, lo cual facilitó el aprendizaje.
Todas las actividades realizadas estimularon este aprendizaje y lo motivaron, pues con todo y la aridez conceptual de algunos temas abordados en el aula –entre ellos el lenguaje arquitectónico--, se lograron encontrar estrategias puntuales que armonizaron el proceso: el levantamiento didáctico de un pastel de limón, la realización de casitas de papel y el posterior entierro de las cenizas, los ejercicios de los sentidos y el proceso del sistema constructivo.
Figura 8. Maqueta de papel. Maqueta corte horizontal (planta). Maqueta corte vertical.
Considero que los tiempos están bien programados, pues al hacer un recuento se llevaron a cabo muchas actividades, las cuales se aprovecharon debidamente, a pesar de sólo llevar una sesión a la semana. También se agradece el hecho de que se haya decidido efectuar el taller emergente sobre el lenguaje arquitectónico, pues con ello se solventaba una carencia persistente desde semestres anteriores.
Todos los ejercicios tuvieron un fin útil para la formación de los estudiantes: la realización de los croquis de levantamiento, los planos, los entintados, permiten tener una mayor observación, así como mejorar los trazos y perder el miedo a dibujar, una habilidad que poco a poco se pierde si no se estimula.
Figura 9. Dibujos a lápiz y entintados de la maqueta
Considero que las actividades de más peso en el curso, y que marcaron tanto el semestre como esta particular etapa de la formación, fueron la de los sentidos y la producción de la maqueta. El primero porque retomar la idea de cómo observamos el patrimonio y los bienes culturales es un tema poco abordado a lo largo de la carrera. Es necesario romper con el esquema de lo “objetivo”, pues somos humanos y estamos hechos de sentimientos, ideas y pensamientos. En este punto los sentidos son nuestra conexión con el mundo exterior; a partir de ellos reconocemos y experimentamos, por eso es relevante retomarlos y reconocerlos en nuestro quehacer diario, al observar nuestras piezas, al visitar un sitio, al habitar un espacio.
Por otro lado, el hecho de haber podido realizar una maqueta fue la conjunción de todos los saberes adquiridos desde el primer día de clases, pues implicó todo el proceso que los seres humanos llevan a cabo para crear bienes culturales. Esa actividad hizo posible conocer otras técnicas, así como el trabajo complejo que implican, pues todo debió realizarse en escala. En este ejercicio los sentidos jugaron un papel primordial, pero también el reconocimiento del proceso, desde inventar e ingeniar en la mente una forma, un tamaño, una idea, plasmarlo en papel de manera algo descuidada, para luego formalizarlo en un plano conforme a las reglas del lenguaje arquitectónico. Aprendimos a buscar y preparar los materiales, proceder a su aplicación y resolver los problemas que se presentan y a disfrutar del resultado; y si bien no fue posible concluir todo el procedimiento no por ello dejó de ser satisfactorio, pues representó un esfuerzo y la culminación de una serie de saberes, algunos adquiridos, otros desarrollados y materializados en un trabajo que implicó conocimiento, esfuerzo y cariño.
A continuación se presentan los conceptos en que se fundamentó el curso de la arquitecta Martha Lameda.
Como citar esta colaboración:
Apellido, nombre (año), “Título del artículo”, en Archivo Churubusco, año 1, número 1, disponible en -dirección en internet-, consultado -día, mes, año-.
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