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DIÁLOGO ENTRE DISCIPLINAS


Evaluación para el análisis y la conservación de restos óseos recuperados en el Templo Mayor de Tenochtitlan con evidencia de exposición a la intemperie



Jacqueline Castro Irineo | Proyecto Templo Mayor | jacqueline_castro@outlook.es


María Barajas Rocha | Proyecto Templo Mayor | mariabarajas35@yahoo.com.mx


Resumen

Este trabajo presenta algunos de los resultados preliminares sobre los análisis de los procesos de afectación que sufren los restos óseos humanos debido a la exposición prolongada a un medio natural. Considerando el fenómeno de intemperismo desde la geología hasta la tafonomía, se busca comprender cómo se suscitan algunos de los mecanismos de deterioro en el tejido óseo. El análisis, además, contribuye directamente con la práctica de la conservación arqueológica. Se ha obtenido una mayor comprensión de esa problemática como resultado de la identificación de los efectos de deterioro ocasionados por la prolongada exposición de los restos óseos a la intemperie, con lo que ha sido posible evaluar de manera general los criterios y los procedimientos de conservación realizados a estos restos.

Palabras clave

intemperismo, descamación, agrietamiento, fracturas longitudinales, intervención, consolidación, estabilización.

Introducción

Las consideraciones sobre el intemperismo surgieron desde la ciencia de la Geología: los estudios de la tierra han definido ese fenómeno como la suma de los procesos que cambian los componentes orgánicos e inorgánicos de las rocas en contacto con la atmósfera, la hidrósfera y la biósfera (Coque, 1987). Esos cambios, que se pueden traducir como deterioros, se presentan en tales materiales de manera gradual, afectando su estructura y sus cualidades a escala fisicoquímica. Dicha afectación se relaciona con las alteraciones que sufren las rocas por los efectos del agua, de la temperatura y de la vida animal y vegetal.

Dado que las rocas no son las únicas que sufren cambios ocasionados por agentes físicos y químicos, el término de intemperismo también ha sido empleado por otras disciplinas, y se ha aplicado a diversos materiales, como la madera, la pintura, los restos óseos humanos y faunísticos, entre otros.

Los análisis realizados a los restos óseos humanos que se han recuperado en el Templo Mayor muestran en determinados casos algunas alteraciones causadas por intemperismo. Con el fin de obtener una mejor aproximación hacia ese fenómeno, en el presente trabajo se describen desde el enfoque de la antropología física, y con una mirada multidisciplinaria, los aspectos principales de la tafonomía. Dicha disciplina analiza todas aquellas modificaciones que sufren los restos óseos con el propósito de hacer inferencias acerca de los procesos y de los agentes modificantes desde la transición de un animal vivo a un contexto arqueológico o fósil (Andrews, 1995).

Comprender e identificar los procesos mediante los cuales se han suscitado las transformaciones en esos restos óseos permite obtener una aproximación hacia su historia de vida y a su estado de conservación así como definir los procedimientos encaminados a su estabilización y preservación a largo plazo.



El intemperismo en los restos óseos

La acción de la intemperie en los restos óseos se ha explicado como el deterioro químico y mecánico y como la destrucción que ocurre con el tiempo (Lyman y Fox, 1989). La definición más aceptada sobre este concepto es la que propone Anna K. Behrensmeyer (1978: 153), quien describe el intemperismo como: “El proceso mediante el cual los componentes microscópicos orgánicos e inorgánicos originales de un hueso son separados unos de otros y destruidos por agentes físicos y químicos que actúan sobre el hueso in situ, ya sea en la superficie o en la zona del suelo”.

La exposición del hueso a la intemperie comienza cuando se elimina su tejido blando, que funciona como aislante, es decir, con la pérdida de músculos, ligamentos, tendones, etc. Ese proceso influye directamente en el deterioro de los huesos, pues una vez que se encuentran expuestos dará inicio la descomposición del colágeno y la destrucción de la hidroxiapatita. Con la pérdida del colágeno, el hueso se debilitará y perderá la rigidez (White y Hannus, 1983), generándose con mayor facilidad rompimientos y fracturas.

Se puede decir, por lo tanto, que el grado de afectación en los restos óseos dependerá de un gran número de factores extrínsecos e intrínsecos. Los primeros son todos aquellos relacionados con el medio circundante, como la lluvia, la temperatura, la cantidad de luz y el tiempo, características que influyen de manera decisiva en la conservación de los huesos, mientras que los segundos se relacionan directamente con las particularidades propias del organismo, como son la edad, el sexo y las condiciones de salud-enfermedad (Botella et al., 2010).

El intemperismo en el tejido óseo ocasionará entonces diversas afectaciones en los huesos, como deshidratación, cambios en la coloración, agrietamientos, descamación y fragmentación, que pueden suceder o no, dependiendo del tiempo en el que los huesos se encuentren expuestos a los agentes naturales.

Es importante considerar, además, que la exposición de los restos óseos a la intemperie también puede ser natural o cultural. Generalmente, la exposición natural se produce como consecuencia del abandono de un cuerpo en la superficie; a lo que seguirían los fenómenos cadavéricos, que son capaces de producir la esqueletización completa o parcial de un cuerpo.

Por otra parte, los procesos de exposición cultural son todos aquellos en los que existe la intervención humana. Tal es el caso de las prácticas postsacrificiales, cuyas importantes evidencias materiales han podido ser recuperadas y estudiadas por los especialistas del Templo Mayor. Entre los múltiples restos óseos analizados, los investigadores han identificado una serie de elementos cuyas características permiten inferir que algunos de ellos formaron parte de las prácticas rituales relacionadas con los tzompantli. Como es sabido, en ese tipo de edificaciones los segmentos corporales humanos se exponían directamente a la intemperie, generando que en dicho proceso el medio ambiente actuara de manera directa sobre los restos.



Exhibición ritual de cráneos humanos: el tzompantli

El tzompantli era una estructura arquitectónica en donde se colocaban las cabezas o los cráneos de los sacrificados1 insertos en vigas de madera. Ese tipo de elementos fueron descritos por los cronistas del siglo XVI como postes unidos uno a otro por una serie de varas del grosor de una lanza, en las cuales se ensartaban los cráneos (Matos, 2016). Gran parte de los cráneos humanos que ahí se exhibían se obtuvieron mediante la práctica del sacrificio humano. En esa clase de prácticas, la manipulación del cuerpo resultaba un paso sumamente importante dentro del tratamiento postsacrificial. Chávez Balderas (2017: 73-74) menciona que aquellos segmentos anatómicos que no se desechaban y que permanecían en el mundo de los vivos durante algún tiempo podían ser sometidos a otras modificaciones culturales, así como usados en alguna otra ceremonia, ingeridos, conservados en ámbitos domésticos o sagrados, exhibidos en el tzompantli o bien, reutilizados hasta, finalmente, ser depositados o desechados de manera definitiva.

Asimismo, Michel Graulich (2016: 392) indica que las cabezas de cautivos que eran cortadas no solamente estaban destinadas al tzompantli sino que a menudo también se las encastraba en los techos de los templos.

En relación con las prácticas sacrificiales y postsacrificiales, Sahagún describe que en la fiesta de Tóxcatl:2

… a lo mas alto del cu, estaban aparejados los satrapas que le habian de matar, y tomabanle. Echábanle sobre el taxon de piedra, y teniéndole por los pies y por las manos y por la cabeza, echado de espaldas sobre el taxon, el que tenia el cuchillo de piedra metiaselo por los pechos con un gran golpe, y tornándole a sacar, metia la mano por la cortadura que habia hecho el cuchillo, y arrancabale el corazón, y ofreciale luego al Sol. Desta manera mataban a todos los que sacrifcaban. A éste no le echaban por las gradas abaxo, como a los otros, sino tomábanle cuatro y baxábanle abaxo al patio. Alli le cortaban la cabeza y la espetaban en un palo que llamaba tzompantli (Sahagún, 1540-1585/2000: 194-195).



La preparación del tzompantli y su mantenimiento

Después de la decapitación, las cabezas humanas se sometían a diversos tratamientos antes de su colocación en los maderos. En ocasiones aquéllas se desollaban, se descarnaban y se sometían al calor de forma indirecta (hervidas).3 Ya limpio, al hueso se le practicaba una gran perforación bilateral en las sienes mediante golpes con punzón (Botella et al., 2010), y en algunas ocasiones se llegaban a conservar la mandíbula y las primeras vértebras cervicales articuladas. Por último, las cabezas se insertaban en palos de madera y se ordenaban en filas (Ugalde y Pompa, 2003).

Las descripciones de los cronistas del siglo XVI referentes a la preparación de las cabezas y de la estructura en la que éstas se colocaban brindan un panorama muy detallado acerca de dicha práctica. Por ejemplo, fray Diego Durán, en la Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme (1867/1995) describe las características de la estructura del tzompantli, mencionando cómo se colocaban los restos humanos y los maderos que formaban dicha estructura: “de palo á palo por los agujeros benian unas barras delgadas en las quales esta van ensartadas muchas calaberas de hombres por las sienes tenia cada bara beinte cabeças llegaban estas rengleras de calaveras hasta lo alto de los maderos de la paliçada de cavo á cavo llena que me certificó un conquistador que eran tantas…” (Durán, 1867/2002, II: 31).

Otro aspecto importante acerca de estas estructuras consistía en el mantenimiento que se les daba a los restos humanos exhibidos en las palizadas, en donde muchos de los elementos, al haber estado expuestos a la intemperie, pudieron haber perdido algunos segmentos, como las vértebras o la mandíbula. Del mismo modo, Durán (1867/2002) detalla la forma en que la empalizada era renovada, justamente cuando los cráneos comenzaban a romperse, refiriéndose así a las cabezas humanas: “cuando estaban viejas y añejas se caían a pedazos”.

Esto hace pensar que algunos cráneos permanecieron en las palizadas durante largos periodos de tiempo. Las cabezas, al estar descarnadas, debieron haber sufrido una exposición directa a la intemperie y, derivado de ello, presentar diversos desprendimientos y fracturas ocasionados por la desecación en su estructura. Ello seguramente hizo necesaria su renovación. Considerando lo anterior, tampoco se debe dejar de lado que muy probablemente algunos de los cráneos se colocaron con tejidos blandos y que, por diversos motivos, muchos otros se habrían retirado de la palizada poco tiempo después de su exhibición.



Análisis preliminar del intemperismo en los cráneos humanos del Templo Mayor de Tenochtitlan

Durante las excavaciones arqueológicas realizadas por el Proyecto Templo Mayor (PTM) y por el Programa de Arqueología Urbana (PAU) en el área que ocupó el recinto sagrado de Tenochtitlan, los investigadores han recuperado gran cantidad de cráneos humanos que formaron parte de múltiples tratamientos postsacrificiales. Entre éstos se encuentran también algunos cráneos de tzompantli, los cuales permiten observar ciertas características generadas por su exposición a la intemperie. Su identificación ha sido guiada por especialistas en antropología física: a partir de la tafonomía,4 se han analizado algunas de las modificaciones que presentan. Partiendo de las tres fases de análisis en las que se ha catalogado la tafonomía, se puede decir que las observaciones realizadas a los restos óseos del Templo Mayor se han centrado en las dos últimas: la bioestratinómica, en la que se estudian e identifican las transformaciones de los organismos desde su muerte hasta su enterramiento, y la diagenética, en la que se documentan las transformaciones resultantes del tiempo de enterramiento (Chávez, 2017; Grupe, 2007; Gifforf, 1981; Micozzi, 1991).

Considerando la fase bioestratinómica, cabe mencionar además que los procesos pueden ser naturales, cuando son producidos por hechos ajenos a la intencionalidad humana, como por ejemplo la afectación por plantas, insectos, hongos, agua y la acción de la intemperie (Pijoan y Lizarraga, 2004), o culturales, cuando se derivan directa o indirectamente de actos intencionales de los seres humanos, como las prácticas sacrificiales y postsacrificiales (Pijoan, 1997). En el presente trabajo se han identificado en los restos óseos algunas características que permiten hacer inferencias sobre determinados procesos culturales a los que aquéllos fueron sometidos. Entre esas características destaca la presencia de huellas de corte, fracturas intencionales y marcas por exposición térmica.

Aunado a todo ello, y dado que la interacción con el contexto de enterramiento puede llegar a afectar la estructura de los restos, resulta de gran importancia tener siempre presente que los procesos de transformación bioestratinómica pueden manifestarse en combinación con algunos procesos de transformación diagenética, dándose éstos desde el momento del entierro hasta la recuperación, fosilización o destrucción total del elemento óseo (Pijoan y Lizarraga, 2004).

A partir de estas consideraciones, a continuación se describen de manera general las observaciones realizadas sobre el intemperismo que presentan los restos óseos de este estudio. Dichas observaciones han permitido identificar algunos aspectos relacionados con la historia tafonómica y cultural de los restos así como también definir su estado de conservación.

Para saber si un cráneo arqueológico estuvo expuesto a la intemperie, toca a los especialistas intentar reconstruir su historia tafonómica. En cada caso particular se deben tomar en cuenta los procesos tanto bioestratinómicos naturales y culturales como diagenéticos.

Como parte de los análisis realizados, y hablando específicamente de los procesos bioestratinómicos culturales, en algunos de los restos óseos que se han recuperado en las ofrendas del Templo Mayor se ha observado la presencia de huellas de desuello, descarne y raspado (figura 1). También en algunos casos se pueden notar las perforaciones laterales correspondientes a la manufactura de los cráneos de tzompantli así como las perforaciones en la porción basal de algunos de los cráneos.


Figura 1. Huellas de descarne en la mandíbula del individuo 2, procedente de la Ofrenda 58 (Fotografía: Jacqueline Castro; cortesía: Proyecto Templo Mayor, Instituto Nacional de Antropología e Historia [PTM-INAH]).


En lo que respecta a los procesos bioestratinómicos naturales, las observaciones sobre los efectos de intemperismo en los restos óseos analizados han llevado a la identificación de agrietamientos en el tejido óseo, los cuales derivan del proceso de su desecación. Además, se han podido observar áreas con descamación, las cuales, se propone, se generaron, igualmente, por la desecación (figura 2). La presencia, la frecuencia y la intensidad de los efectos dependen directamente del tiempo de exposición a la intemperie que cada uno de los restos óseos debió de haber tenido.


Figura 2. Cráneo de la Ofrenda 22 con evidencia de proceso de descamación (Fotografía: Jacqueline Castro; cortesía: PTM-INAH).


El cambio en la coloración del tejido óseo es otra de las características que se ha identificado en los restos analizados. Ello se puede notar en algunas zonas con coloraciones blancas, que en ocasiones pudieran confundirse con una exposición directa al fuego. Algunos de los dientes también se han visto afectados por los agentes naturales, pudiéndose identificar en piezas dentales fracturas longitudinales que son generadas, asimismo, por el proceso de deshidratación. Estas fracturas comienzan en el esmalte, llegando en ocasiones hasta la dentina y ocasionando incluso en algunos casos el desprendimiento y la pérdida parcial de las piezas dentarias (figura 3).


Figura 3. Evidencia de fracturas longitudinales en maxilar y mandíbula del individuo 8 de la Ofrenda 20 (Fotografía: Jacqueline Castro; cortesía: PTM-INAH).


En cuanto a los procesos diagenéticos, se han podido identificar daños generados por las constantes fluctuaciones de agua. Este fenómeno, en el que se ha dado la disolución del carbonato de calcio (White y Hannus, 1983) y de la hidroxiapatita en los huesos, es conocido como lixiviación. Asimismo, en ocasiones los restos han presentado áreas con erosión producida por el desgaste del tejido óseo, resultante del roce de sus superficies con el sedimento en donde se encontraron depositados. Estos procesos pueden llegar a afectar a los restos óseos, al grado de perderse otras evidencias claras de intemperismo, o de ciertos procesos postsacrificiales.



Una mirada distinta hacia la conservación y la preservación de los restos óseos

La posibilidad de trabajar entre arqueólogos, antropólogos físicos y conservadores para analizar conjuntamente los procesos de deterioro en los restos óseos ocasionados por el intemperismo y su relación con las prácticas postsacrificiales ha presentado grandes ventajas en el momento de llevar a cabo las discusiones y las definiciones referentes a su estabilización.

Desde la perspectiva de la conservación arqueológica, es indiscutible la importancia de analizar y de conocer de la mejor forma posible todas las características de estos restos, con el fin de identificar de forma precisa los efectos de deterioro en cada caso y, entonces, de trabajar para su óptima estabilización y preservación a largo plazo. Por todo ello, la aproximación hacia los restos óseos desde una perspectiva multidisciplinaria ha brindado la posibilidad no sólo de comprender de manera integral la problemática sino también de evaluar el alcance de los procedimientos encaminados a su estabilización, tomando en cuenta, principalmente, que toda huella del paso del tiempo representa una invaluable fuente de información.

Las intervenciones de conservación específicas que se realizan en los restos óseos recientemente recuperados en las excavaciones en el Templo Mayor toman como punto de partida los principales aspectos descritos en este trabajo. Evidentemente, lo que se busca es brindar estabilidad a los materiales, pero sin soslayar la gran cantidad de información que puede brindar cada uno de los deterioros. Los resultados preliminares de este estudio demuestran que, en el quehacer de los conservadores, y como parte del trabajo realizado por los especialistas en el Proyecto Templo Mayor, es indispensable discutir y evaluar de manera conjunta cada caso.



Los tratamientos de conservación en los restos óseos del Templo Mayor de Tenochtitlan

Con la experiencia adquirida en el Templo Mayor a lo largo de poco más de 40 años de trabajos ininterrumpidos se han establecido criterios y procedimientos específicos para las intervenciones encaminadas a la conservación de los restos óseos. Algunos tratamientos inician desde el momento en que éstos se encuentran in situ, buscando contribuir para que se adecúen a las condiciones microclimáticas circundantes hasta alcanzar, de manera paulatina, un equilibrio con su nuevo entorno. Para ello se toman medidas sencillas que permiten mantener estables las condiciones de temperatura y de humedad relativa en el contexto, cuidando, por supuesto, que en ellas no se susciten cambios considerables. En algunas ocasiones se realizan procesos puntuales de limpieza in situ, los cuales, igualmente, consideran las características y las alteraciones que presenta cada uno de los elementos (figura 4).


Figura 4. Cráneos de la Ofrenda 141 después del proceso de limpieza superficial in situ (Fotografía: Néstor Santiago; cortesía: PTM-INAH).


Una vez que los restos óseos se registran debidamente en campo, se preparan para su inmediato traslado al laboratorio de campo, en donde se realizan las tareas encaminadas a su estabilización y análisis. Cabe mencionar que los procesos de intervención directa en el Templo Mayor se han regido siempre por el criterio de la mínima intervención: lo que se busca es lograr la estabilización de los restos, evitando en la medida de lo posible aplicar cualquier material ajeno. A ello se debe agregar que la posibilidad de estudiar a detalle y con un análisis adecuado cada una de las alteraciones que presenten los restos óseos ya estabilizados contribuirá a identificar aspectos concretos orientados a la reconstrucción de su historia tafonómica.

En cuanto al proceso de limpieza, se puede decir que ésta se enfoca en eliminar los restos de sedimento depositados sobre la superficie del material óseo. Se realiza, por tanto, de forma fisicoquímica, utilizando agua corriente y herramientas finas, como hisopos de bambú y brochuelos de pelo suave. Durante este proceso siempre se toma en cuenta que muchas de las manchas o de las concreciones que presentan los restos pueden llegar a tener una composición similar a la del propio hueso, por lo que será importante evaluar cada caso particular, entendiendo que en muchas ocasiones no será viable su eliminación. Se recomienda, entonces, que el hueso se someta a un proceso de limpieza superficial en el estado en el que se haya recuperado del contexto, procurando no cambiar abruptamente su condición (figura 5).

Dado que la mayoría de los restos óseos recuperados en el Templo Mayor se encuentran en condiciones de completa humedad, también es muy importante trabajar para que el proceso de secado se realice de manera paulatina, evitando con ello nuevos deterioros (Gallardo, 2001: 66).


Figura 5. Fragmento de hueso de la Operación 6 durante el proceso de limpieza y estabilización en el laboratorio (Fotografía: Jacqueline Castro; cortesía PTM-INAH).


Siempre que sea posible, los tratamientos de intervención para los restos óseos se enfocarán exclusivamente en la limpieza y en el secado controlado, evitando la aplicación de compuestos externos que busquen su consolidación estructural. En la medida en que los restos no se sometan a procesos, ya sea estructurales o puntuales, de consolidación o de fijado, cada una de las alteraciones y de las huellas generadas por el paso del tiempo brindará mayor información referente a las prácticas y a los procesos de intemperismo a los que se vieron sometidos. Entonces se podrá entender de manera más clara si es que algunos de esos restos fueron expuestos a la intemperie durante largos periodos de tiempo.

No obstante, existen casos en los que, de acuerdo con el grado de deterioro que presenten los restos óseos, resulta inevitable llevar a cabo ciertos procesos puntuales que permitan devolverles la estabilidad. Con ello se hace referencia a procesos de consolidación localizada y/o a zonas que presenten fracturas y requieran ser unidas. Ahí lo importante es utilizar materiales que ya se hayan probado, y cuya estabilidad asegure la preservación de los restos óseos a largo plazo (Gallardo, 2001). La experiencia en el Templo Mayor ha llevado a los conservadores a utilizar resinas acrílicas en bajas concentraciones así como también a usar adhesivos de polivinilo butiral.

Se puede decir, en otras palabras, que los criterios de intervención para los restos óseos en el Templo Mayor no solamente se enfocan en su estabilización y su preservación sino que también buscan aportar un mejor entendimiento sobre los procesos bioestratinómicos naturales y culturales, además de los procesos diagenéticos a los que fueron sometidos. Este trabajo conjunto aspirará, finalmente, a contribuir con la reconstrucción de la historia de cada uno de los elementos, permitiendo, entonces, una adecuada aproximación a algunas de las concepciones de la cultura mexica.



Conclusiones

La aproximación a la historia tafonómica de los restos óseos permite entender los procesos de exhibición y de reutilización de los restos que se han recuperado en el recinto sagrado de Tenochtitlan. A partir de ello, en esos elementos se podrán reconocer algunas de las características asociadas con su exposición a la intemperie así como con su posible reutilización o su posterior deposición en las ofrendas. El estudio y la identificación de los procesos de intemperismo en los restos óseos humanos del Templo Mayor brinda, así, un mayor entendimiento sobre los procesos, los ritos y las costumbres relacionados con su exhibición ritual en los tzompantli. Estos estudios permiten también evaluar y analizar las problemáticas de conservación que presentan los restos, con el fin de establecer, de forma multidisciplinaria, los lineamientos y los tratamientos de intervención encaminados a su estabilización y análisis futuros.



Referencias

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Imagen en portada

Evidencia de fracturas longitudinales en maxilar y mandíbula del individuo 8 de la Ofrenda 20 (Fotografía: Jacqueline Castro; cortesía: Proyecto Templo Mayor, Instituto Nacional de Antropología e Historia).


Cómo citar esta contribución

Castro Irineo, J., y Barajas Rocha, M. (2021). Evaluación para el análisis y la conservación de restos óseos recuperados en el Templo Mayor de Tenochtitlan con evidencia de exposición a la intemperie. Archivo Churubusco, 5(7). https://archivochurubusco.encrym.edu.mx/02/05.html



Notas al pie

1 Existe evidencia de que en algunas palizadas se exhibieron cráneos descarnados, mientras que en otras se mostraron cabezas con tejidos blandos, como mencionaremos más adelante.

2 Sahagún destaca que el quinto mes era llamado Tóxcatl, mencionando que en el primer día se llevaba a cabo una gran fiesta para honrar al dios Tezcatlipoca; también existían otros rituales en honor al dios Huitzilopochtli. El nombre de Tóxcatl se traduce, de acuerdo con Durán (1867/2002, II: 50) —que menciona que dicha celebración era para pedir agua—, como “cosa seca”.

3 Cabe señalar que no todos los cráneos relacionados con el tzompantli muestran evidencia de cocción. Además, es difícil discernir si el tiempo del hervido fue o no suficiente para dejar evidencia.

4 En 1940 el paleontólogo ruso Ivan Efremov propuso el término tafonomía como una nueva rama de la paleontología, definiéndola como la ciencia de las leyes del enterramiento. Siguiendo a este autor, Diane Gifford (1982: 366) propone que la tafonomía se encarga del estudio de los diversos procesos que actúan sobre los restos orgánicos después de la muerte; Carmen Pijoan y Xavier Lizarraga (2004: 13) añaden que dicha transición dura aun hasta la destrucción total o la desaparición de toda huella reconocible del individuo.